Manuel Ma. Castillo

Manuel María Castillo Medrano nació en San Francisco el 2 de enero de 1834, hijo de un hombre de armas, que por sus acciones, méritos y servicios a la primera República, había ascendido gloriosamente al generalato, fue primo hermano por línea paterna del General Ramón Matías Mella Castillo.
Sus padres, General Manuel Castillo Álvarez y Agustina Teresa Medrano, ambos de origen español, oriundos de Arecibo y Aguadilla, Puerto Rico. Su hermana, Francisca Castillo de Mella, esposo Antonio Mella Álvarez, e hijos, entre ellos el Patricio Ramón Matías Mella Castillo, radicaron en Santo Domingo. Manuel Castillo Álvarez y familia eligieron como su hábitat de residencia la villa de San Francisco.

La niñez y adolescencia trascendió en un ambiente sano y estable, en medio del amor que le prodigaron sus padres y hermanos, bajo una paz aparente y fugaz por las circunstancias que sobrevendrían luego y en los umbrales de la juventud.
Cumplido los ocho años de edad, Manuel María fue enviado por sus padres a donde unas tías que residían en Santo Domingo, entre ellas la madre de Mella, aprendiendo las primeras letras del héroe del Trabucazo del conde, quien le profesaba gran cariño y afecto, como admiración por el grado de inteligencia y asimilación; siguieron a las enseñanzas de Mella en su hogar, las de Don Manuel Aybar, maestro de la época, y luego estudió en las escuela pública.

Fue deplorable el estado económico de las haciendas de sus padres como consecuencia del saqueo de que fueron objeto por devastaciones de tropas haitianas. Asumió a los 18 años de edad responsabilidades en la tienda de la familia, el único patrimonio que había quedado como medio sustentante, desempeñándose luego como ayudante de Secretaría en el Ayuntamiento y Comandancia de Armas, años después, Secretario Titular.

La muerte de su padre aconteció en el año 1856, a su pérdida y vacío en la familia tuvo que ocupar su lugar, ejerciendo su autoridad y deberes frente a las necesidades del hogar, orientación y cuido de sus hermanos más jóvenes.

Ese mismo año, es decir, 1856, ocupó provisionalmente la comandancia de Armas de la Plaza Militar de la Villa de San Francisco hasta que se designara un titular, sugiriendo y conviniendo con las autoridades municipales conferir esas responsabilidades castrense al General Cayetano de la Cruz, quien fuera gran amigo y compañero de armas de su extinto progenitor, que en ese momento se desempeñaba como Ayudante de Plaza.
El clarín de guerra y conciencia patriótica le llamaron a participar activa y resueltamente en la guerra patria de restauración contra la flagrante anexión a España, asumiendo una posición de vanguardia tras fracasar el General Olegario Tenares y 150 patriotas en el intento de ataque de la comandancia de Armas, comandada por el General Juan Esteban Ariza, quien respondía política y militarmente a los anexionistas. Este acontecimiento fue la primera oposición armada a la anexión, el 23 de marzo de 1861, en el mismo acto de cambio de bandera.

Destruyeron con el fuego de sus trabucos la bandera española en momentos que el General Ariza pretendía izarla, respondiendo éste hasta con fuego de cañón y ocasionando bajas al improvisado ejército restaurador; luego los generales Manuel María Castillo Medrano y Cayetano de la Cruz reivindicaron con una columna de sus hombres la derrota experimentada por Tenares y Soldados, infligiendo varias bajas a las fuerzas locales anexionistas, y otros abandonaron en retirada la comandancia ante la ofensiva militar, siendo la primera victoria de las armas francomacorisanas en la jornada restauradora y un bautizo de fuego para el General Castillo, pues el General de la Cruz era un soldado experimentado en la guerra de independencia.

A partir de la acción antes señalada puede decirse que inició la carrera militar y de combatiente del General Manuel María Castillo Medrano, quien además se distinguió como un gran estratega en las misiones más cruciales en el curso de los acontecimiento que le depararon las circunstancias a esta media isla, que apenas había logrado su independencia de Haití.
El 30 de octubre del año 1864 fue llamado por el ejército Restaurador en armas contra la Corona, marchando el 26 de noviembre de ese mismo año contra fuerzas españolas y dominicanas anexionistas en el Seybo, en auxilio del General Eusebio Manzueta.
Como acto de desprendimiento espontáneo y patriótico por la causa, y para que el General Juan de Jesús Salcedo saliera con sus tropas con destino a Llamaza, erogó de su peculio una suma considerable de dinero, propiciando con ello que el General Manzueta pronunciara aquella población a favor de la República.

Por homólogas circunstancias a las descritas, el General Manuel María Castillo sugirió a las autoridades del gobierno provisorio tomar título de empréstito algunas partidas de tabaco disponible en la plaza de San Francisco para adquirir armas y pertrechos de guerra en la vecina República de Haití, y para dar ejemplo despachó a sus superiores la primera partida que era la única que tenía en depósito.

En el 1864 es ascendido al rango de Coronel por disposición expedida, por don Benigno Filomeno de Rojas, vicepresidente en funciones de Presidente de la República. En ese mismo año es ascendido al grado de General de División por el Presidente, General José Antonio Salcedo. Designado General en jefe de la línea del Este en reemplazo del General Juan de Jesús Salcedo, donde permaneció unos cuatro meses cumpliendo la misión patriótica de inspira confianza en los habitantes de esa región para que prestasen su ayuda en bienes y hombres para la lucha antianexionista.

Al concluir su campaña en esa región conforme a instrucciones recibidas, retornó a su pueblo natal y luego fue enviado a Boyá como jefe de la Línea del Este en unión del General Eusebio Manzueta. Meses después regresó a su pueblo autorizado por el Gobierno Provisorio, organizando por órdenes de éste una columna armada de 700 francomacorisanos, con los cuales marchó sobre Bayaguana.

De Bayaguana, y por órdenes de las instancias militares superiores, pasó a San Cristóbal, posteriormente como jefe de operaciones contra las tropas españolas en Baní y Santo Domingo, librando fuertes combates y causando bajas al enemigo, hasta la definitiva desocupación de nuestro territorio.
Había contraste entre soldados españoles y restauradores, unos la representación del poder monárquico, España, impecablemente uniformados y superior equipo bélico, los nuestros con armas de inferiores calibres, algunos hasta harapientos y descalzos por su origen de clase, pero con una ventaja sobre el enemigo, su amor por la patria sojuzgada por el extranjero; las ansias de libertad nutrían su conciencia, moral y voluntad, que les inflamaba de valor, decoro y patriotismo frente a quienes no tenían el derecho de usurpar por las armas el fuero patrio, de violar una soberanía que conquistamos con mucha sangre para forjar la Primera República.

El General Manuel María Castillo supuso que al terminar la guerra restauradora y resurgir la República, sus luchas revolucionarias y los riesgos constantes a los que como soldado estuvo sometido iban a tener la justa compensación de la paz por el honor de servir a la patria, y en la vida civil podría dedicar su tiempo y afanes a la familia, a una actividad productiva. Pero nunca imaginó que sería asediado por el acoso y las persecuciones de los enemigos de la República, encarcelado unas veces, otras desterrado a Curazao y Venezuela, donde al igual que Duarte y otros patriotas dominicanos, encontró amigos de la causa dominicana, quienes le hicieron menos adversa su condición de exiliado.

Desempeñó entre otras importantes funciones públicas las de Secretario de Estado de lo Interior en el Gobierno que se conoció con el nombre de protectorado, firmante de decretos en el año 1865 e interviniendo como Delegado para el arreglo de diferencias fronterizas promovidas por el haitiano Salnave contra el Presidente Geffrard.

Cuando Buenaventura Báez encabezó una revolución que derrocó al protectorado o junta de generales, decidió regresar a su hogar y desvincularse de las funciones públicas; al ser requerido por las autoridades depuestas al protectorado se trasladó a Santo domingo, participando activamente en la revolución que derrotara a Báez y sus hombres, estableciéndose una Junta Gubernativa en que el General Castillo fue designado como miembro de la comisión de guerra.

Con la reacción en el Cibao de parciales de Báez por retomar el poder perdido, el General Manuel María Castillo emprendió conjuntamente con el General Pedro Antonio Pimentel la marcha a esta zona, penetrando con una columna hasta Santiago, de Santiago retornó a San Francisco comandando tropas de La Vega y Cotuí, restableciendo el orden que pretendieran alterar los baecistas.

Trasladándose a la capital después de cumplir su misión militar y siendo Presidente Buenaventura Báez, fue efecto Diputado por la provincia de La Vega, y una vez en el ejercicio legislativo hubo una propuesta negociadora de arrendar por contrato la Bahía de Samaná a los Estados Unidos de América, semejante caso a los Vieques, Puerto Rico y Guantánamo, Cuba y ante tan aberrante acto de agravio a la soberanía nacional, el General Castillo Medrano se levantó irasciblemente y con ímpetu patriótico de su escaño y rompió el proyecto de contrato, secundado solidariamente por sus colegas y compatriotas Melitón Valverde, Juan Bautista Zafra y Manuel Rodríguez Objío, siendo arrestado y conducido en calidad de preso a la Fortaleza Ozama (Torre del Homenaje) en violación a su inmunidad parlamentaria.
Este acto de oposición en el congreso de la República fue acompañando de una formal viril protesta patriótica notificada a los Cónsules del Imperio acreditados en el país, y por ello el bochornoso y ominoso acto entreguista del gobierno de Báez no pudo consumarse, lo que hubiera sido una mengua a nuestra soberanía, colocándonos en la condición de súbditos coloniales.

Hombre de carrera militar, de recta disciplina en el cumplimiento del deber, fogueado en los frentes de batalla contra el poder extranjero, pero civilista, respetuoso, por tanto, del poder civil, y cuando el General Buenaventura Báez lanzaba una nueva ofensiva militar y sus fuerzas entraron victoriosas a la Capital, obligando a Cabral a capitular con su gobierno, abandonó el país con el depuesto jefe de Gobierno y miembros de su Gabinete, permaneciendo durante un tiempo en el exilio, pasando a Haití e ingresando a territorio dominicano para unirse a la revolución contra Báez.
La patria el 25 de noviembre del año 1875 abrió sus puertas a este hijo que tanto lo amaba, había defendido de sus enemigos internos y externos con las armas, que también estuvo sometido al espinoso y amargo trance del exilio, y regresó despojado de toda ambición política, con la única meta de dedicarse a sus asuntos personales, a la actividad productividad del comercio, que había heredado como patrimonio de su padre, pero poco después el aura popular llevó a la Magistratura del Estado a Don Ulises F. Espaillat.

Este, le propuso la Gobernación de Samaná o cualquier otra posición en su efímero gobierno, haciendo reparo a dicho ofrecimiento, prometiendo empero servir de manera particular y sin lucro cuando el presidente Espaillat, justificaron sus servicios para mantener al gobernante en el poder, e involucramiento en acciones militares para repeler por las armas las hostilidades revolucionarias a los mencionados Generales enemigos, luchas frustradas por la capitulación de Espaillat.

Al producirse un nuevo movimiento a favor del General Buenaventura Báez y con los acontecimientos de los sucesos que habían desplazado del poder a Espaillat, pensó que la alternativa mas sensata para garantizar su integridad y la de los demás jefes que fueron leales al gobierno de Espaillat en tan crítica eventualidad, era la de favorecer el movimiento con la adhesión de la plaza de San Francisco de Macorís, desempeñando la plaza de armas por un breve periodo de tres meses, agotado dicho periodo se dedicó de nuevo a sus actividades comerciales con el deliberado fin de renunciar definitivamente a su ejercicio político.

El primero de septiembre del año 1882, tras finalizar su periodo de gobierno Monseñor Fernando Arturo de Meriño, el General Ulises Heureaux (Lilís), su lugar teniente y hombre de confianza, le relevó en la suprema instancia de la nación; con su ascenso al poder Heureaux, quien luego se erigió en dictador, requirió la colaboración de su amigo y compañero de armas, el General Manuel María Castillo, con el cual, y como señaláramos anteriormente, las circunstancias y el destino había sellado su amistad, la gratitud de uno hacia otro; coyuntura política en que el general Castillo tuvo la iniciativa de solicitar a su amigo la conversión de la entonces Villa en Provincia.
Heureaux acogió la iniciativa propuesta por su amigo francomacorisano, privilegiando la Villa con la categoría de Provincia, a la que se le dio el nombre de pacificador, título que habían asignado los colaboradores al dictador, y designándolo su primer gobernador civil y militar, funciones oficiales que asumió hasta el 18 de agosto de 1889.

Otra portentosa iniciativa durante su gobernación y ante el gobierno de Lilís fue la instalación del ferrocarril que cubría la ruta San Francisco-Sánchez-La Vega, con su ramal en la Estación Baird de la Sección La Jina, de este Municipio, inaugurado el 16 de agosto del año 1895 con la llegada del primer tren a esta ciudad adornado con banderitas, palmas y otros aderezos, y en él a bordo el Presidente Heureaux y su séquito oficial, acontecimiento que llenó de regocijo a los habitantes de esta comunidad y municipios de la provincia pacificador, como el antiguo Barbero, hoy Pimentel y Villa Riva.

El tren estaba destinado a carga y pasajeros, interconectando por tierra y acortando distancias con importantes ciudades de la región, donde anteriormente el único medio de transporte era el caballo, lo que suponía un largo, escabroso y fatigado trayecto de días hasta los ciudadanos llegar a su destino; además de significar el despunte o corriente inicial del progreso y desarrollo francomacorisano, por cuanto hizo modernas y accesibles las vías de comunicación y facilidades de mercado con uno de los puertos de mayor movimiento en ese entonces como el de Sánchez.

El General Manuel María Castillo, en la vida civil, fue el pionero del periodismo francomacorisano, fundó y dirigió el periódico “El Macorisano”, en junio
del año 1886, de línea u orientación política.
Durante y después de su gestión como gobernador de la provincia pacificador en el régimen lilista, su residencia, ubicada para aquel periodo en la calle que hoy lleva su nombre, Castillo, esquina San Francisco, antigua El Comercio, sirvió de asilo político a familias que escapaban de las persecuciones de los sicarios de la dictadura de Ulises Heureaux, a las cuales protegió física y económicamente, decisiones que el tirano respetó.

Hay una anécdota de una visita que el dictador Heureaux hizo a su amigo el General Castillo y preguntó cuántos personas había fusilado, contestando aquel que solo una por cometer el grave delito de homicidio.
Un nuevo e indignante episodio en la historia nacional, luego de nuestra emancipación de España y de cumplir con decoro y heroísmo sus deberes como soldado de la Restauración, luchas internas contra fracciones revolucionarias dirigidas por algunos caudillos de la época, turbaría el obligado descanso de una ancianidad a los 82 años, la ocupación Militar de los Estados Unidos, presidiendo la primera junta Nacionalista del Cibao que se opuso a la agresión armada contra la República, protestando con el mismo vigor, conciencia y patriotismo como lo hizo en el congreso siendo diputado cuando el gobierno de Báez pretendió arrendar la Bahía de Samaná a los Estados Unidos de América.

Abrumado por el peso y fatiga de los años, aquel roble de la patria que había dedicado los mejores años de su vida a las luchas por la libertad de sus compatriotas y conciudadanos contra dos grandes imperios, España y los Estados Unidos, falleció en su hogar el 15 de mayo del año 1921, constituyendo su deceso, un acontecimiento luctuoso para San Francisco de Macorís por la masiva concurrencia de sus coetáneos, delegaciones oficiales, de amigos de Santo Domingo y otros pueblos del país.

Biografía Escrita por:
Dr. Luis José Báez del Rosario
Noviembre de 2007